A poco más de un mes del inicio de su mandato, el presidente estadounidense Joe Biden ha tomado diversas acciones hacia la región, las cuales contrastan grandemente con las políticas del expresidente Trump.

En primer lugar, EE.UU. ha vuelto a poner sobre la mesa en sus tratos con América Latina temas de democracia, corrupción y derechos humanos, aumentando la presión sobre algunos países. Esto es algo distinto a lo sucedido con Trump, quien relegó esos asuntos en su vínculo con los gobiernos de la región, excepto con Venezuela, Cuba y Nicaragua por motivos ideológicos.

Asimismo, Biden quiere desmantelar el legado de Trump respecto a temas de inmigración. Este último endureció las políticas dentro y fuera del país para detener el flujo de migrantes hacia EE.UU. Para ello, el presidente suspendió los acuerdos de cooperación de asilo firmados por Trump en 2019 con Guatemala, El Salvador y Honduras. Esos pactos denominados como “tercer país seguro” obligaba a los solicitantes de asilo a pedir refugio en alguno de esos países antes de hacerlo en EE.UU. El objetivo de Biden es crear un nuevo marco regional para el tema y procesar de forma ordenada las solicitudes de asilo.

Por último, se han revisado las sanciones a Venezuela relajándolas un poco. El Departamento del Tesoro habilitó este mes ciertas operaciones en puertos y aeropuertos del país que habían sido vedadas por el gobierno de Trump. Sin embargo, la medida está lejos de significar el fin de las sanciones al sector petrolero venezolano, dado que la autorización excluye la exportación de diluyentes para refinar el crudo. Este leve cambio es visto como un anuncio que tal vez busca abrir las puertas a la ayuda humanitaria, la cual se ha visto restringida por las severas sanciones.